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sábado, 12 de mayo de 2012



Es una mezcla de ideas y ocurrencias. Un poco de física, un poco de lógica y algo de locura también. La forma en que la birome marca la hoja en la que escribo me hace analizar los sucesos recientes de mi vida. Si, suena bastante filosófico, y tal vez lo sea... una vez más vuelvo al concepto de la birome; la hoja en blanco espera a que palme ideas maravillosas sobre ella. Me encuentro defraudándola (como siempre, a alguien había que defraudar), reduciendo esas "ideas" a solo unos inconclusos garabatos. Cuando llego a darme cuenta la hoja, está casi completamente tachada. Puedo pasarle corrector a la gran cantidad de rayones, pero poco va a cambiar... la marca que dejó la birome en la hoja no se va a ir, la hoja no va a quedar nuevamente en blanco. Los vestigios de esos garabatos que estuvieron ahí alguna vez, ahí van a permanecer, hasta que la hoja se biodegrade, o hasta que forme parte de algún papel para forrar carpetas futuras, quizás.
He aquí mi punto: puedo escribir lo que yo quiero en mi hoja, puedo escribir con color, con fibra, lápiz, lapicera, etc... con marcadores de distintos trazos disponibles para mi. Cuando llegue el momento en el que quiera escribir algo nuevo, puedo pasar corrector sobre cada letra, pero no será lo mismo. Las hoja no será la misma, dejó de serlo en el instante en que deslicé la lapicera sobre ella. Ni la hoja, ni la lapicera son las mismas, ni tampoco yo.
En síntesis, la vida es una hoja en blanco, y hagamos lo que hagamos podemos "arreglarlo" pero finalmente las cicatrices de nuestros actos quedarán ahí para recordarnos siempre que no somos perfectos
Nuestros errores no nos definen.


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